Así se llama al ogro bestial que se postra con su espada para interrumpirnos el paso hacia la superación. Es un término utilizado en la literatura como parte del arquetípico camino del Héroe.
Cierto. El ogro normalmente es el yang oscuro, dudoso y mediocre que tenemos dentro, ese que autoboicotea y carcome a velocidad de la luz cada certeza. Ese yo débil y prostituido por la sociedad.
Sin embargo me interesa hoy definir al otro gran Guardián. El de nuestro círculo. Es fácil reflejarnos abiertamente en el otro, limitando las metas, crecimientos, objetivos que los de al lado se ponen. Y así sin darnos cuenta actuamos como los más asquerosos ogros custodiando portales que en realidad no conocemos. Decimos sin que nos pidan lo que otros pueden o no pueden, lo que van o no van a lograr. Y así nos lo hacen a nosotros. Nadie, nadie, nadie sabe lo que podemos alcanzar, porque nadie más conoce el verdadero camino que vamos a recorrer.
Este portal me gusta y se hace más atractivo cuando tienen guardianes que con comentarios y supuestas percepciones guiadas por su suprema inteligencia, se proponen dimininuirnos. Toca crecer, toca erguirse.
No corresponde ni andar rumiando el pasado ni ser ingenuos, porque la ingenuidad es idiotez disfrazada, y la idiotez es maldad y falta de amor por uno mismo, camino fácil y triste.
Sí, lo digo yo, ya sabemos todo eso de que son opiniones y todo ese discurso neorelativista. Si las sienten como verdades que impongo, es su problema, no el mío. Mis guardianes, tus guardianes, son más pequeños de lo que aparentan , y asi también los portales más grandes.
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