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Foto del escritorMarcos Luvini

Quien vivió en Desierto, necesita Desierto.

Actualizado: 1 nov 2023

Un cementerio, algunas casas camufladas en el paisaje, polvo, calor y sol. Frío por las noches. Una línea de agua que regala unos tímidos árboles y arbustos de color verde. La nube es vida, el viento es palabra, la lluvia es filosofía.

Sal, cabras, piedras, más polvo y más sol. Silencio. Un silencio absoluto. Más silencio ¿Existía ese silencio? Si. En el desierto del altiplano y de geografías similares en el mundo, existe. Y la oscuridad es tan oscura como el día es brillante, más brillante que lo que los ojos disfrutan.

Quien vivió allí y no solo lo visitó unos pocos días, sin querer empezó a escuchar la historia en las ruinas, en un viejo montículo ritual, en una pintura. La historia está ahí, late y hace de la persona que contempla, un punto. La insignificancia de la vida en la escala desértica del mundo, después de herirnos y darnos cachetadas una y otra vez en cada noche fría, es aceptada. La inmensidad del Desierto puede destruir a quien no la deja entrar sin resistencias.

Quien vivio en el Desierto, necesita desierto en la mente, en la respiración, en el alma, en la rutina, en el mundo de los ruidos y luces. No hace falta mucha perceptividad para ver quién le ha quedado desierto en la mirada.






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